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La nueva grosería: por qué responder con IA es más descortés de lo que crees

¿Recuerda el sitio web “Déjame buscarlo en Google”? En la década de 2010, se convirtió en una sensación viral por su forma descarada de señalar a quienes hacían preguntas fáciles de buscar. Ahora, en 2025, está surgiendo un sentimiento similar, pero con un toque moderno: la tendencia creciente de responder preguntas con resultados generados por IA se considera cada vez más grosera, y vale la pena examinar por qué.

La evolución de la impaciencia: de Google a la IA

El sitio original “Déjame buscar eso en Google” capturaba una frustración que muchos sentían: la sensación de que les hicieran preguntas que podían responderse con una simple búsqueda en línea. El sitio web sirvió como un recordatorio humorístico, aunque directo, de los vastos recursos disponibles a nuestro alcance. Ahora, con la proliferación de poderosas herramientas de inteligencia artificial como ChatGPT y Claude, ha surgido una nueva dinámica. Simplemente indicarle a alguien una búsqueda en Google ha evolucionado hasta convertirse en compartir respuestas generadas por IA.

Si bien un poco de impaciencia juguetona puede ser aceptable en ciertas interacciones en línea, responder con resultados de IA, especialmente en entornos más personales o profesionales, comunica una falta de respeto hacia la persona que hace la pregunta.

Por qué las respuestas de la IA parecen desdeñosas

Si alguien plantea una pregunta, particularmente en un contexto personal o profesional, generalmente es porque busca algo más que una respuesta general. A menudo buscan sus conocimientos, experiencia o perspectiva específicos. Responder con resultados de IA ignora esta conexión humana fundamental y efectivamente descarta el valor de su conocimiento. Después de todo, Internet existe para facilitar la interacción humana y beneficiarse de la experiencia de los demás. Simplemente proporcionar una respuesta generada por una máquina evita este valioso intercambio.

El riesgo de la desinformación

Más allá de la cuestión de la cortesía, hay una preocupación más seria: la posibilidad de difundir información inexacta. Los modelos de IA, a pesar de sus impresionantes capacidades, no son infalibles. Todavía cometen errores y, a veces, dan respuestas tremendamente incorrectas. Compartir contenido generado por IA sin verificar su exactitud significa que corre el riesgo de transmitir información errónea. Peor aún, hacerlo sin revelar que el contenido está generado por IA crea la falsa impresión de que respalda su veracidad.

La IA como herramienta de investigación, no como reemplazo

Este es un argumento en contra del uso de herramientas de inteligencia artificial. La IA puede ser un recurso poderoso, especialmente para la investigación inicial. Sin embargo, así como uno no simplemente copiaría y pegaría un resultado de búsqueda de Google como respuesta definitiva, usar la IA como punto final es problemático. Un mejor enfoque implica utilizar la IA como punto de partida para una exploración más profunda.

En lugar de proporcionar una respuesta simple generada por IA, utilice estas herramientas para mejorar su propia comprensión y ofrecer información valiosa que una máquina no podría replicar.

Los periodistas, por ejemplo, comprenden la importancia de la diligencia debida. En lugar de simplemente pedirle a una IA una descripción general, un periodista la usaría para identificar fuentes primarias y luego evaluaría críticamente esas fuentes. De manera similar, en cualquier profesión, aprovechar la IA debería ser un punto de partida, no un sustituto del pensamiento crítico y la contribución original.

En última instancia, el cambio de “Déjame buscar eso en Google” a la tendencia actual de compartir resultados de IA resalta una creciente necesidad de una etiqueta digital consciente. Es un recordatorio de que, si bien la tecnología ofrece herramientas increíbles, no debería realizarse a expensas del respeto, la precisión y la conexión humana genuina. Usar la IA de manera responsable significa reconocer sus limitaciones y aprovecharla para amplificar, no reemplazar, su propia experiencia.

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